El viernes 13 de junio José Reyes Ossa, conocido como el “Rey de Meiggs”, llegó a Viña del Mar con su familia. Estaba de vacaciones y solo debía hacer un paréntesis el día 19 para volver a Santiago e ir a una notaría para ver el arriendo de una propiedad suya. La noche anterior llamó a un amigo para que le acompañara.
Esa misma noche, como reveló Informe Especial, cuatro ciudadanos venezolanos se juntaron en calle Independencia para planificar el crimen que terminaría en su muerte. Con una promesa de $30 millones a repartir entre cinco personas, lo consideraron un trabajo de “plata fácil”.
19 de junio
Según los registros y la indagatoria policial, la cronología fue así.
El “trabajo” partió temprano. A las 8:22, un Chevrolet Spark celeste ingresó a un edificio en la calle María Rozas Velásquez de Estación Central. De él bajó Neomar Arismendi Duarte vestido con un polerón Champion gris. Subió hasta su departamento en el piso 22.
Treinta minutos más tarde —y 11 pisos más abajo— Yonder Blanco Véliz salió de su departamento, subió a reunirse con Neomar y ambos bajaron al subterráneo para abordar a las 9 en punto el Spark celeste. Recogieron en la calle Manuel Thompson a un tercero. Vestido con chaqueta negra y un jockey rojo, Alberto Carlos Mejía (hasta el día de ayer conocido como Osmar Ferrer Ramírez) se miró un par de veces en el espejo del ascensor antes de subirse al auto.
En Viña del Mar, José Reyes se levantó sin despertar a su familia. A las 9:20 le escribió a su amigo. Le dijo que ya estaba saliendo rumbo a la capital y que se juntaran a las 10:30 en el Metro Toesca.
No había apuro, era un trámite.
Según reportaron las más de cuarenta cámaras de seguridad levantadas por Carabineros, desde el domicilio de Mejía el Chevrolet Spark celeste se desplazó por las calles Placilla, Matta y José Domingo Cañas hasta llegar cerca de las 10:05 en una calle de Ñuñoa, donde se estacionaron para esperar a su víctima. Ya les habían mostrado una foto el día anterior. Hasta les dijeron en qué auto llegaría.
El taco en la Ruta 68 —a la altura de Laguna Carén— retrasó los planes de Reyes, por lo que llamó a su amigo para decirle que abortaran el plan del Metro Toesca, que mejor él lo pasaría a buscar.
Mientras tanto, Neomar también conversó por teléfono, pero con la persona que les había encargado el crimen. Movió el auto a unos estacionamientos privados de un jardín infantil, pero a los minutos una señora encargada del aseo le tocó con los nudillos el vidrio polarizado para decirle que no podía estar ahí.
—Estoy esperando a mi novia —atinó a decir Neomar, pero de todas formas corrió el vehículo para ahorrarse problemas.
La señora se devolvió al jardín y le dijo al arrendatario de los estacionamientos que los ocupantes con los que habló no eran chilenos y que tenían cara de “feos”, que en su jerga significa delincuentes.
Pasadas las 11:00, “el Rey de Meiggs” llegó finalmente a buscar a su amigo, pero antes de ir a la notaría hicieron otra parada en el departamento de Ñuñoa para buscar unos papeles. Llegaron a las 12:02 en un BMW X6, estacionaron en la calle y la cruzaron. Pasaron a menos de dos metros detrás del Chevrolet Spark celeste.
Seis minutos más tarde, Yonder Blanco salió del auto y durante otros seis minutos merodeó alrededor del edificio.
En Viña del Mar, la pareja de Reyes finalmente despertó. Él le dijo que ya estaba en Santiago, a pesar del taco. Se comunicaron por videollamada. De paso, le preguntó por unos papeles para retirar una crema de una farmacia. Ella respondió que estaban en la cómoda. Su hija le pidió si por favor le podía llevar un cuaderno y un estuche. Se despidieron.
Esa fue la última vez que hablaron.
Cinco disparos
A las 12:20, ambos amigos bajaron del departamento y salieron por el portón. Alberto Carlos Mejía bajó del auto con un arma de fuego en la mano y abordó al amigo de Reyes.
—¡Entrega todo! ¡Entrega todo! —le gritó.
Mientras su amigo le pasó el celular con sus documentos a Mejía, Reyes salió corriendo en dirección sur. Yonder Blanco se bajó con otra arma de fuego desde el asiento de atrás y lo persiguió.
“Fue mientras que lo seguí que este se cayó al suelo, instancia que lo agarré y le di un golpe con la pistola, le iba a quitar la billetera, pero fue en ese momento que Neomar se acercó en el auto, forcejeando con él para poder pararlo y así quitarle la billetera”, relató Yonder Blanco un mes después a Carabineros. Según él, la intención en ese momento fue subirlo al auto, pero en eso llegó Alberto Carlos Mejía, hoy prófugo de la justicia. “Le disparó en la pierna, (...) disparándole tres ocasiones más”.
Según el análisis pericial de los videos, el movimiento de las pistolas hacia atrás muestra que probablemente ambos percutaron sus armas.
Fueron cinco proyectiles los que impactaron a Reyes, el fatal le dio en el tórax. Encontraron entre sus pertenencias su billetera, $825 mil en efectivo y el cuaderno con lápices que llevaba para su hija.
“Yonder mató a un tipo ahorita”
Los tres imputados como autores materiales del homicidio escaparon. Las cámaras registraron cada uno de sus movimientos antes de llegar a calle Coronel Souper. Alberto Carlos Mejía tenía en su mano las especies robadas al amigo de Reyes. Los tres se detuvieron frente a un local de comida rápida. Neomar ingresó.
Una patrulla de Carabineros se detuvo y fiscalizó a Mejía:
—¿Estái enrolado?
—Sí jefe, yo estudio en el Liceo Alberto Hurtado —respondió el pistolero, hoy prófugo.
En tanto, según confidenciaron fuentes de este medio, en Viña del Mar se escuchó un grito. A la esposa de Reyes le avisaron desde Santiago que a su pareja le habían disparado. Llamó a distintas personas para que fueran de inmediato a Ñuñoa a ver qué había pasado. Al poco rato, una de ellas le confirmó que Reyes había fallecido. Pidió de inmediato un Uber para ir a Santiago.
Los WhatsApp restacatados por Carabineros dan cuenta de que Yonder llamó por videollamada a su hermano. Le contó que mató a una persona, pero que ya había botado las ropas que traía. Su hermano le dijo que se estaba exponiendo demasiado con esos tatuajes en la cara. Alcanzó a escribirle a otras personas:
—Yonder mató a un tipo ahorita —reportó.
Según las cámaras de seguridad, a las 14:05 Neomar, Yonder y Alberto Carlos llegaron al edificio de calle María de Rozas Velásquez, de donde salió el Chevrolet Spark celeste en la mañana. Ingresaron al departamento de Yonder. Cuando Alberto Carlos Mejía salió tres horas después, solo sus zapatillas eran iguales a la ropa que vestía cuando disparó. Volvió a su casa en Manuel Thompson y nuevamente se miró al espejo. Recién se había cortado el pelo.
Captura, formalización y error
—El día 20 de junio cerca de las 19:40 tomamos un bus en el terminal sur de Alameda, junto a Neomar y Mejía para irnos a Osorno de vacaciones unos días hasta que bajara la marea, retornando el viernes 4 de julio a Santiago, quedándonos cada uno encerrado al no contar con trabajo estable y por todo lo que pasó —declaró Yonder Blanco a Carabineros.
Bajo la instrucción del fiscal Sergio Soto, el OS-9 tuvo el tiempo de hacer un acabado trabajo de reconstrucción del día del homicidio. Recorrieron Santiago en búsqueda de cámaras, testigos y evidencias. Fue así que, para cuando los tres imputados por homicidio volvieron a Santiago, estaban preparados.
La madrugada del 8 de julio Yonder Blanco regresó a su departamento. Al tanto de la situación, la policía le realizó a las 13:19 un control de identidad en la vía pública. Dio el nombre de su hermano pero, luego de que el 8° Juzgado de Garantía autorizara la orden de detención, le incautaran el celular y lo subieran a la patrulla, entregó su nombre real: Yonder Emilio Blanco Véliz.
Un equipo paralelo estaba en calle Francisco Zelada de Estación Central y fiscalizó un Station Wagon marca Chery. A bordo de él estaban un sujeto venezolano, Neomar y Alberto Carlos Mejía. Este último lanzó con fuerza su celular al piso, rompiéndolo en el acto. No portaba documentos que acreditaran su identidad, pero dijo llamarse Osmar Alexander Ferrer Ramírez, nombre completo con el que sería conocido mediáticamente hasta este viernes.
En la comuna de Quinta Normal, otro equipo investigador ubicó —abandonado, con un vidrio quebrado y algunas abolladuras— el vehículo Chevrolet Spark celeste.
Al día siguiente, los tres fueron formalizados. El fiscal ECOH, Sergio Soto, destacó la labor realizada:
—Se dieron por acreditados todos y cada uno de los delitos. Es una investigación relevante donde el Estado responde a un sicariato contra un comerciante chileno.
Un exhaustivo trabajo que se vio seriamente mermado al día siguiente por un error que permitió que Alberto Carlos Mejía saliera sin mayores problemas a las 20:40 de la cárcel de Santiago Uno.