Cada año en el mundo se desperdician más de 1.000 millones de toneladas de alimentos, según el Food Waste Index 2024 del PNUMA. Esta cifra equivale al 19% de los alimentos disponibles para los consumidores, lo que convierte al desperdicio en una de las principales amenazas para el medioambiente y la seguridad alimentaria.
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En Chile, el panorama es igualmente preocupante: se estima que se pierden 5,2 millones de toneladas de alimentos al año, y que un 68% de frutas y verduras producidas no llega a consumirse.
El costo ambiental del desperdicio
De acuerdo con Greenpeace, el desperdicio de alimentos es responsable de entre el 8% y 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, superando incluso al sector de la aviación. Además, la agricultura, principal usuaria de agua a nivel mundial; destina recursos cada vez más escasos para producir alimentos que en muchos casos terminan en la basura.
“Botar comida no sólo es un acto antiético, también es una agresión directa al planeta”, explicó Roxana Núñez, abogada y experta en incidencia ambiental.
Un desafío social y económico
El Estado de la Seguridad Alimentaria 2025 señala que un 8,2% de la población mundial padeció hambre en 2024, mientras que un 28% sufrió inseguridad alimentaria moderada o grave.
En ese contexto, organizaciones como la Fundación Gastronomía Social buscan transformar el descarte en oportunidades. Su programa Minga rescata frutas y verduras de ferias libres para convertirlas en conservas artesanales elaboradas por cooperativas de mujeres mayores, generando ingresos y empoderamiento comunitario. Además, con la iniciativa Comida para Todos, articulan redes para que alimentos descartados lleguen a comedores sociales.
Hacia un sistema alimentario más justo
Expertas coinciden en que se requieren cambios estructurales. Desde ajustar la producción a la demanda real, hasta políticas públicas que fomenten la economía circular y una mayor conciencia sobre el consumo responsable.
“El desperdicio de alimentos despilfarra agua, energía y trabajo humano, mientras millones de personas sufren hambre. Reducirlo es clave para enfrentar la crisis climática y la desigualdad social”, dice Núñez.
Por su parte, Constanza Astorga, Líder de Programas de Seguridad Alimentaria en Fundación Gastronomía Social, puntualiza que en Chile son muchas las iniciativas que ya están marcando la diferencia:
“Existen bancos de alimentos, municipios, empresas que impulsan lo imperfecto y quienes, incluso desde ollas comunes, trabajan silenciosamente para reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos”, dice.
Desperdicio cero: del descarte a la mesa comunitaria
Las imágenes de la nota, que fueron captadas por Fundación Gastronomía Social y Greenpeace, revelan cómo voluntarios recolectan alimentos descartados en ferias libres y los transforman en nutritivos almuerzos comunitarios. Este trabajo refleja que, con organización y creatividad, los residuos pueden convertirse en un recurso para enfrentar el hambre y fortalecer la solidaridad.