La escritora francesa Vanessa Springora, autora de El consentimiento y El nombre del padre, participó en una conversación pública junto al periodista Eduardo Castillo en el marco del Festival Puerto de Ideas Valparaíso 2025. Allí abordó cómo la literatura puede convertirse en una herramienta para comprender el trauma, cuestionar el abuso de poder y reconstruir la memoria personal y familiar.
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Springora relató que su primer libro, El consentimiento (2020), donde narra el abuso que vivió a los 14 años por parte del escritor Gabriel Matzneff, no pudo haberse escrito antes: “No sólo necesitaba madurar yo, también necesitaba una sociedad capaz de escuchar”, afirmó, subrayando el impacto del movimiento #MeToo francés, que abrió un espacio colectivo para la frase “Yo te creo”.

La escritura después del abuso
Para la autora, la literatura fue un modo de romper el silencio al que había sido empujada durante su adolescencia. Sin embargo, enfatizó que escribir no borra el trauma:
“La escritura ayuda, pero no repara por completo. Lo que más me reparó fue el apoyo social y haber contribuido a cambiar la mirada sobre la violencia sexual”, dijo en la instancia.
Springora recordó que, durante décadas, su historia fue normalizada por un entorno adulto que confundía libertad sexual con ausencia de límites. “Había muchos adultos presentes, pero nadie veía la asimetría de poder”, dijo. En esa época, la relación entre una adolescente y un hombre de 50 años era tolerada en ciertos círculos intelectuales franceses.
Del abuso íntimo al pasado familiar
Si en su primer libro denunció la violencia sexual, en su nueva obra, El nombre del padre (2025), Springora investiga el pasado escondido de su propia familia. Al revisar los objetos y archivos dejados por su padre, descubre que el verdadero origen de su apellido estaba ligado al nazismo:
“Nunca supe por qué me llamaba Springora. Al investigar, descubrí que mi apellido original era alemán”.
El libro explora cómo las mentiras heredadas, el silencio y la desmemoria pueden atravesarse como una forma de violencia que continúa por generaciones.

Literatura y memoria colectiva
La autora insistió en que su objetivo nunca fue vengarse, sino transformar su experiencia en arquetipos que permitan a otros reconocerse:
“Quiero seguir creyendo que la literatura tiene cierto poder. Si mi historia permite que otras personas entiendan mejor la suya, entonces el libro cumplió su rol”.
Springora también señaló que no rechaza los movimientos de liberación sexual de los años 70 y 80, pero advirtió que parte de ese discurso permitió “infiltrados” que justificaron la pedofilia en nombre de la libertad.